Hace ya varios años que con Valeria comenzamos a hablar de este camino norteño, de nuestras expectativas: el encuentro con otros pueblos, otra cultura diferente, el crecimiento personal. Y de a poco, comenzó a tomar forma. El itinerario ya estaba marcado. La gente de Horizonte nos sugirió ciertos espacios muy diferentes de lo que habitualmente vemos: la Salina Grande, el Cerro de los Siete Colores, el Pucará de Tilcara, entre otros. Y si bien, no quedan sitios inexplorados en nuestro planeta, o la televisión nos ha acercado miles de veces a esos pueblos, estar en ellos nos ha permitido maravillarnos ante una naturaleza que nos regala color, silencio, soledad. Después de planear pedimos colaboración a las familias del colegio. Solamente un lápiz, una goma o una regla.
Terminamos llevando 31 cajas con estos útiles escolares y muchísimas más cosas: ropa para niños y niñas, para adultos, muchísimos libros, cuadernos. Si les hubiéramos podido traer la mirada de esos chicos con emoción, alegría, con la ilusión de algún objeto nuevo… A mí me quedará para siempre Carmencita.
Está en primer grado. Me contó que ya sabe leer y escribir, pero que le gustaría tener algún librito de cuentos para poder practicar… Esto no se puede poner en palabras. Por eso y por la alegría de quienes pudieron viajar con nosotras, les decimos muchas gracias. Gracias a los padres que permitieron que este viaje se haga realidad. Gracias a quienes colaboraron con donaciones, superaron ampliamente nuestras expectativas.
Gracias a quienes nos recibieron en sus pueblos, nos dieron la bienvenida, nos contaron sus sueños. Gracias a todos los chicos que disfrutaron con nosotras esta travesía. Gracias a la gente de Horizonte, fueron nuestras “hadas madrinas” para hacer realidad nuestro sueño. Gracias a Vale, compañera de tareas, que siempre pone su energía y pasión para lograr lo mejor. Gracias, sólo gracias. Marta